sábado, 21 de noviembre de 2009

EL HERMANO HALCON de San Francisco de Asis ,PATRONO DE LOS ANIMALES (CUENTO)


Por aquel tiempo el Hermano entabló una misteriosa amistad con un halcón que habitaba en el Sasso Grande. Un día Francisco, de pie sobre la roca, vivía la proximidad y ternura de todas las criaturas. En esto, un temible halcón regresó de caza con potentes golpes de ala. Francisco admiró su sentido de orientación, su raudo cruzar del aire y la extraordinaria facilidad con que aterrizó en un pequeñísimo saliente de la roca.
El Hermano sintió cariño y admiración por aquella criatura. Diríase que estableció una sintonía entre Francisco y el ave de presa, y que ésta detectó el cariño del Hermano. Francisco encendió todos los fuegos de su sensibilidad y le dirigió estas palabras:
Hermano halcón, hijo de Dios, óyeme. Soy tu hermano; no me tengas miedo. Despliega las alas y ven.
Lo que sucedió no entra en las explicaciones humanas. El halcón extendió las alas, y casi sin batirlas, dejándose caer como quien da un salto, descendió y se posó a pocos metros del Hermano. Ante esto, la admiración y la ternura del Hermano por aquella ave se elevaron a su máximo nivel. Diríase que la poderosa ave percibió el cariño de Francisco y con ello se sintió feliz. Francisco no se movió. Simplemente lo miraba con gran cariño y gratitud. El halcón tampoco se movió; miraba a diferentes lados con naturalidad.
Se le pasó a Francisco la idea de darle de comer. Pero se dio cuenta de que en la choza no tenía otra comida que el pan y el agua que le traía diariamente fray León y recordó, además que las aves de presa no comen pan sino sólo carne. Desistió, pues, de la idea de darle de comer y en lugar de eso, le dio palabras de cariño: ¿Dónde está tu nido, ave de Dios? ¡Qué hermoso debe verse el mundo desde esas alturas! Ave mía ustedes no tienen rutas trazadas en el aire. ¿Cómo no te pierdes y llegas a tu destino? ¿Dónde tienes la brújula? ¿Quién te enseñó a volar? ¿Qué haces en los días de tempestad? ¿Tienes miedo a los relámpagos? ¿Qué haces cuando caen metros de nieve sobre esta montaña? Dios plantó en la tierra estas temibles rocas para que te sirvan de morada. No caigas en el pecado de la ingratitud.
Todos los días pasaba el halcón junto a la choza de Francisco.
De tal manera se familiarizaron los dos, que el halcón permanecía habitualmente en la terraza roqueña donde estaba instalado el Hermano, ausentándose tan sólo a las horas en que iba de caza a buscar comida.
Francisco sintió pena al pensar que el halcón se alimentaba de otros pajaritos, pero evitaba pensar en eso. La amistad entre ellos llegó a adquirir relieves entrañables y humanos.
Un día San Francisco dice al halcón:
-Hermano mío, quisiera pedirte un favor. Algunas mañanas yo estoy muy cansado y no logro despertarme a tiempo para rezar antes que salga el sol. Te pido, pues, en nombre de nuestra amistad, que todas las mañanas, antes del alba, me despiertes chillando y aleteando fuertemente.
El halcón consiente de buen grado al deseo de San Francisco.
A la mañana siguiente, justamente a la hora que el santo le había indicado, el halcón lanza un chillido agudísimo y aletea vigorosamente.
En seguida San Francisco se despierta, da gracias al hermano halcón, y se pone de rodillas:
-¡Mi Dios y mi todo! -reza San Francisco.
Pasan algunos días. Cada mañana el halcón cumple el encargo con puntualidad, como un reloj.
Pero entretanto, después de tantos días de oración y de ayuno, San Francisco está cada vez más extenuado.
El halcón, que tiene unos ojos muy penetrantes, se da cuenta de que San Francisco necesita reposar. Por eso, en vez de despertarle a la hora acostumbrada, una mañana se retrasa un poco. Al día siguiente se retrasa todavía un poco más. Cada día el halcón va retrasando algo más la despertado, permitiendo así que el santo duerma alguna hora más. Los cambios de horarios son tan chiquitos que el santo ni se entera.
Aquellas horas de descanso que el halcón hace recuperar a San Francisco, poco a poco devuelven las fuerzas al santo.
Cuando el halcón, que tiene unos ojos muy penetrantes, se da cuenta de que San Francisco está mejor, vuelve al horario normal.
El servicio del halcón peregrino dura cerca de cuarenta días, todo el tiempo que San Francisco pasa rezando en el monte Verna.
El día de su partida, san Francisco llama al halcón y le dice: -Hermanito, quiero agradecerte el favor que me has hecho. Pero he de decirte que no siempre has sido puntual. Cuando yo estaba muy cansado, tú me despertabas más tarde. No te riño por ello. Te he obedecido porque tu voz me ha hecho conocer la voluntad de Dios. ¡No está bien cansar demasiado al hermano cuerpo!.
El halcón peregrino, aunque ve descubierto su ardid, está contento de las palabras del santo.
Vuela a lo alto del cielo azul y desde allá arriba mira con sus ojos penetrantes al santo que baja de la montaña para volver junto a sus frailes.
El santo llega a la Porciúncula delgado y pálido. Los frailes están muy preocupados por su salud. San Francisco les tranquiliza:
-Hermanos míos, estoy bien. No os angustiéis también vosotros como el hermano halcón, que retrasaba el despertarme para hacerme dormir un poco más.
Así es como los frailes llegan a saber la historia del halcón peregrino...

1 comentario:

  1. No es cuento, esta historia es uno de los milagros de la vida del Santo San Francisco de Asis.

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